11-2-2010
¿Qué efectos psicológicos tiene un cachete ocasional?
Xaro Sánchez Doctora en medicina y cirugía, y especialista en psiquiatría
No hay ni un solo estudio que indique que una bofetada 'a tiempo' es buena educadora, aunque alrededor del 60% de los padres/madres, muchos por tradición educativa que vinculan un cachete con la obediencia inmediata, así lo crean (según encuestas recientes). En cambio, todas las investigaciones demuestran lo contrario, que el castigo físico (y evidentemente otras formas de castigo 'maltratador') puede ser muy perjudicial. Claro que no se ha investigado el efecto de una bofetada ocasional, no porque no lo tenga, sino porque se ha priorizado el estudio de situaciones más graves, de dijéramos 'bofetadas continuadas' y estilos de crianza basados en la disciplina, la agresión, el abuso o la negligencia, y los resultados son demoledores.
Los niños que han recibido este tipo de educación presentan cambios estructurales cerebrales permanentes e irreversibles que los predisponen a todo tipo de trastornos mentales. Desde hace más de 15 años el equipo de Martin H. Teicher de la Facultad de Medicina de Harvard está informando de que el cerebro de los niños maltratados es diferente, es decir, su educación ha alterado el neurodesarrollo de las redes del cerebro emocional, y no sólo de éstas, sino incluso de la comunicación interhemisférica y de la neuroquímica que rige los ritmos biológicos.
Puede presuponerse que quizás un cachete ocasional, pero sólo uno, en un cerebro que está desarrollándose normalmente, es decir en un niño/niña en principio normal, no debería producir demasiados efectos, pero más vale no jugársela porque todo indica que no sirve de gran cosa y que más bien si tiene algún efecto, es negativo. En los niños con tendencia a la ansiedad, susceptibles a las malas experiencias y a las situaciones tensas y estresantes, ser pegado puede generar miedo, temor, ansiedad depresión, pérdida de la autoestima… y en aquellos niños más 'valientes' o fríos, tampoco es efectivo porque justamente son poco susceptibles al castigo. Y encima tanto unos como otros aprenden rápidamente patrones de conducta y relación social basados en la agresión. Muchos estudios coinciden en que la crianza con altas dosis de castigo corporal (y otras formas de castigos vejatorios, incluso sólo psicológicos) predisponen a más agresividad, conducta antisocial, trastornos de la personalidad, suicidio, trastornos alimentarios, consumo de drogas, y a ser maltratadores cuando son adultos.
Finalmente, algo que no debe pasar por alto es que los padres/madres que usan más de una vez el castigo físico tienden a repetirlo y eso puede ser signo o síntoma de inestabilidad emotiva por el motivo que sea, y de un problema mental (los más frecuentes son depresiones, abuso de sustancias y trastornos de la personalidad…) que puede convertirlos en verdaderos maltratadores.
A estas alturas el cachete no está indicado en ninguna circunstancia y debe ser sustituido por la transmisión de normas y límites con altas dosis de afecto, respeto, reconocimiento y dedicación desde las primeras edades de vida. Eso sí consigue una corteza prefrontal 'bien educada' capaz de procesar la amenaza que supone incumplir las leyes. (La Vanguardia)
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