8-5-2010
Las ventajas del do, re, mi, fa, sol...
Iniciar a los niños en el estudio musical favorece la creatividad, pero es imprescindible su motivación
El abigarrado calendario de actividades extraescolares de los niños lo lideran la práctica deportiva, el conocimiento de idiomas y la familiarización con la informática. A una considerable distancia suena la música. Así lo confirman los últimos datos del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), que sitúa el aprendizaje de partituras, pentagramas y escalas, con el Do-Re-Mi-Fa-Sol-La-Si-Do a la cabeza, como la cuarta enseñanza más demandada entre los alumnos de Primaria y Secundaria. A pesar de que los beneficios que aporta tocar un instrumento deberían ser música celestial para los oídos de los padres, se sigue prefiriendo oír -o escuchar en el mejor de los casos- que interpretar una melodía. Y eso que la práctica habitual desarrolla la creatividad, mejora la memoria y las habilidades lectoras, entre otros efectos positivos. Para ello la música debe representar disfrute, juego, divertimento; no sufrimiento. Los expertos en salud de Consumer Eroski recuerdan que es elemental que los niños se diviertan mientras aprenden a tocar y que no deben considerarlo una obligación o una imposición paternal.
El fútbol, el baloncesto, la natación&hellip el ejercicio físico reina en las actividades extraescolares. La formación musical, curiosamente, ha sido hasta hace no mucho la nota discordante. Son innumerables los estudios, investigaciones y tesis que certifican que el aprendizaje musical potencia entre los estudiantes una larga lista de capacidades: destreza manual y visual, memoria, creatividad y habilidades del lenguaje. Por eso mismo, cada vez más especialistas la recomiendan para mejorar las habilidades lectoras y de escritura, sobre todo, en niños con dislexia. La inteligencia espacial, que es la capacidad para percibir de forma detallada el mundo y formar imágenes mentales de los objetos, se desarrolla de forma significativa en quienes tocan un instrumento musical. Esto es útil para orientarse, solucionar problemas matemáticos complejos y hasta para gestos aparentemente sencillos como envolver el almuerzo diario. Y lo mejor es que los efectos positivos de la música salen pronto a escena. Los expertos estiman que a partir de los cuatro meses de enseñanza los cambios comienzan a detectarse en los estudiantes.
Con la música a otra parte
Además de los beneficios fisiológicos, también influye en el carácter del niño y en su relación con los demás. En general, se vuelven personas metódicas y disciplinadas que cuidan los detalles, tienden a planificar bien las tareas y destacan por su capacidad de atención. A menudo, quien toca un instrumento debe hacerlo delante de profesores, examinadores o de público. Esto enseña a los jóvenes a vencer el miedo, la timidez y aporta seguridad y autoconfianza.
Ahora bien, todos los beneficios que aporta la práctica habitual con un instrumento se pueden ir al traste por dos motivos recurrentes. El primero, que el estudio y el aprendizaje musical lleguen por imperativo paternal y sin que terminen de convencer al principal interesado: el niño. Craso error. Si es así, es probable que la práctica con el instrumento se convierta en una condena y deje de atraer el interés y la atención de los pequeños. Y el segundo, que se olvide su faceta lúdica mientras aprenden y practican. Si esto ocurre, se corre el peligro de que piensen que la música es una tarea obligatoria, no disfruten con ella y sus efectos positivos se diluyan.
El aprendizaje musical es, al igual que el resto de actividades extraescolares que complementan la formación de los niños, beneficioso para los estudiantes siempre y cuando no se caiga en el error de sobrecargarles. Por la mañana van al cole, por la tarde, entrenamiento de fútbol, piscina, clases de inglés, de guitarra, baile&hellip Sin embargo, ¿es bueno que tengan una agenda tan apretada? El horario libre de los estudiantes debe organizarse con sensatez y prudencia y de una manera estructurada y supervisada. Cualquier otra actividad fuera del horario lectivo les permite desarrollar habilidades sociales y cognitivas difíciles de adquirir en el aula. Pero es también prioritario cederles espacio para jugar, estar con la familia o simplemente no hacer otra cosa más que descansar.
Elección del instrumento
Unas maracas y un tambor. Estos suelen ser los primeros instrumentos musicales con los que los más pequeños dan sus primeros pasos en el aprendizaje de la música. En ese momento, la melodía y el ruido son lo mismo: un simple efecto sonoro. En este periodo, los instrumentos de percusión (tambor, pandero, xilófono, sonajas, barras musicales&hellip) son sus favoritos, y cualquier objeto puede servir como sucedáneo. Después, si el niño continúa su aprendizaje musical, el tambor se cambia por las corcheas y los pentagramas. Es la etapa en la que estudian lenguaje musical o solfeo. Pero llega un momento en que el pequeño, si sigue mostrando interés por la música, quiere ir más allá. Entre los 5 y los 8 años, el aprendizaje se sofistica y comienza a hacerse acompañado de un instrumento 'de verdad'. A esta edad, el piano, la flauta y la guitarra continúan ocupando las primeras posiciones, aunque siempre hay quien se decanta por el violín, la trompeta o cualquier otro instrumento de orquesta.
No es recomendable que los gustos y las preferencias paternales se impongan en la elección de un instrumento u otro. Es el propio intérprete quien debe escoger qué es lo que quiere aprender a tocar. No está de más que los padres o el profesorado asesoren y guíen la decisión. Sin embargo, los expertos en pedagogía musical advierten de que la primera relación del alumno con el instrumento debe venir motivada.
Si no se recurre al mercado de segunda mano, la compra de un instrumento musical supone en ocasiones un desembolso económico considerable. Para no lamentar gastos innecesarios, antes de lanzarse a adquirirlo, es preferible asegurarse de que realmente el niño desea aprender a tocarlo y que no se trata de un capricho pasajero. Por eso, antes de comprarlo es conveniente esperar a que el niño muestre un verdadero interés hacia un determinado instrumento. (Consumer)
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