15-9-2010
El TDAH y la dislexia acaparan gran parte del fracaso escolar y los especialistas piden protocolos para que la enseñanza se adapte
Aunque desconocen exactamente cuánto fracaso escolar es atribuible a trastornos de aprendizaje que no han sido atendidos adecuadamente en la escuela, un equipo de expertos de Sant Joan de Déu llama la atención sobre esa asociación. Y también sobre lo injusto que es que niños y niñas que se esfuerzan mucho para solventar las dificultades añadidas que tienen por su trastorno no logren una enseñanza que les permita aprender y se vean abocados al fracaso.
Recomendaciones para adaptar la enseñanza
El déficit de atención, en primera fila y supervisado
El trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDA-H) es de origen neurobiológico y crónico. Se trata con medicación, refuerzo y reeducación escolar y tratamiento psicológico.
En la escuela es importante definir normas de conducta para combatir la impulsividad, premiar las conductas adecuadas y supervisar las tareas de forma continuada, porque lo normal es que se equivoquen de libro o se olviden de los deberes. La tutoría muy cercana, así como la ayuda en la planificación de las tareas, les permite seguir la clase. Antes de cambiar los contenidos del aprendizaje conviene cambiar los procedimientos, por ejemplo troceando en varias hojas un examen. Y facilitarles que no se distraigan situándolos en la primera fila.
Más tiempo y más exámenes orales para la dislexia
La dislexia se manifiesta con una dificultad para leer y, por lo tanto, para la comprensión lectora y la expresión escrita. Es un trastorno neurobiológico que afecta a entre el 5% y el 17% de la población.
Pueden aprender igual que los no disléxicos, pero la enseñanza se basa en la lectura y se evalúa a través de exámenes escritos y por eso están en inferioridad. Por eso es importante instruirlos en técnicas de estudios para hacer esquemas y extraer lo esencial, para minimizar el tiempo de lectura necesario. También recomiendan no penalizarlos por la ortografía, algo realmente difícil para un disléxico. Ni hacerles leer en público. Necesitarán más tiempo que los demás en los exámenes y les favorecerán las pruebas orales.
Más tiempo para realizar los exámenes o hacerlos orales, en el caso de disléxicos, sentarlos en primera fila y trocear en tramos más pequeños los exámenes, en el caso de los que tienen déficit de atención (TDA con o sin hiperactividad) son algunas de las recomendaciones básicas que todas las escuelas deberían tener en cuenta para permitir a sus alumnos aprender como los demás. Así lo dicen en el último informe FARO de Sant Joan de Déu y La Caixa, en el que neurólogos y pedagogos han analizado el peso de esos trastornos y los problemas que causa que no se atiendan adecuadamente.
Si se tiene en cuenta que la prevalencia de la dislexia es de entre el 5 y el 15 por ciento de la población y la del TDA(H) entre el 3 y el 8 por ciento, en cada aula hay dos niños con un trastorno de aprendizaje. "Están perfectamente definidos y no son modas, sino trastornos de origen neurobiológico, a menudo con una base genética, y que interfieren en el aprendizaje", resume la neuróloga Anna Sans, coordinadora del equipo dedicado a estas dolencias en Sant Joan de Déu y directora de este informe.
"En los 2.000 casos que han venido a consulta porque había sospecha de trastorno, sólo en el 8% no hemos llegado a nada. No encontramos problema. En el 92% restante, sí. Y de ellos el 70% son dislexias, TDA con y sin hiperactividad y combinaciones de ambos", resume la especialista. Y la escuela es su primer muro. Sin diagnóstico médico, la situación es peliaguda; sin tratamiento, difícil; pero si en la escuela no se le identifica y se adaptan los métodos, para que puedan aprender con sus diferencias, el riesgo de fracaso es enorme. "Por cada cien niños sin problemas que acaban los estudios obligatorios, con un TDAH sin tratar lo hacen 68; y si el 78% accede a estudios superiores, con TDAH, sólo el 21%".
Lo que piden los autores del informe es que se establezcan protocolos para admitir estos trastornos en la escuela y para que todos sepan cómo actuar a su favor. Esos protocolos no existen de momento y la formación del profesorado apenas incluye resolver estas situaciones –estadísticamente, dos en cada aula–. "Ni entre los maestros, salvo los especialistas en educación especial, ni aún menos entre los de secundaria, aunque ahora mejora un poco con el nuevo máster que suple al antiguo curso de capacitación pedagógica", resume Enric Roca, profesor de Ciencias de la Educación en la UAB y coautor del informe.
Visto desde las propias escuelas, para ser eficaces necesitarían no sólo protocolos de actuación y más formación de los profesores, sino también una participación más activa y coordinada de los equipos de atención pedagógica y demás servicios que teóricamente trabajan para las escuelas y los alumnos. "Y priorizar los contenidos que se quieren enseñar, y la colaboración real de las familias", concluye Jordi Cardona, director de la escuela Garbí de Esplugues de Llobregat y también participante en el informe. (La Vanguardia)