26-7-2010
No hay recetas mágicas. No es una cuestión de inteligencia ni de predisposición genética. Que las chicas saquen mejores notas que sus compañeros de pupitre, que sean menos propensas a repetir cursos y que desde hace más de una década las mujeres sean mayoría en las universidades españolas se debe, básicamente, a que estudian más. Es decir, pasan más horas frente a los libros hincando los codos. Por el momento, esta es la única fórmula demostrada y efectiva para superar un examen.
¿Dónde están las ingenieras?
Ahora que las mujeres han llegado a todos los niveles educativos y han podido demostrar sus capacidades, los especialistas apuestan por poner el foco en otros desequilibrios que persisten en las aulas. Uno de esos retos tiene que ver con la escasa presencia de mujeres en las carreras científico-técnicas, en especial las agrupadas bajo la etiqueta de ingenierías y arquitectura. Frente a la fuerte feminización de los estudios universitarios de las ramas de ciencias de la salud o ciencias sociales (las mujeres suponen hasta siete de cada diez alumnos), son pocas las interesadas por las ingenierías: en el curso 2007-2008, eran sólo tres de cada diez matriculados en esa rama.
Retos
El desinterés de las chicas por el deporte y el de los chicos por los estudios obliga a las autoridades a afrontar medidas para corregir esas desviaciones.
En secundaria
46,8% de los alumnos de FP de grado medio son mujeres
54,2% de los alumnos de bachillerato son mujeres
36% de las chicas de 15 años han repetido curso alguna vez
46,6% de los chicos a los 15 años han repetido curso alguna vez
Un estudio realizado por la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid y dirigido por María José Díaz-Aguado ayuda a explicar las diferencias que suelen observarse en resultados y titulaciones. Sólo el 11,6% de las chicas dedica menos de una hora diaria a estudiar, mientras que en dicha situación se encuentra el 31% de los chicos. En el polo opuesto, el 49,6% de las adolescentes reconoce que estudia más de dos horas diarias, frente al 24,4% de sus compañeros varones.
En cuanto al tiempo dedicado a lecturas que no son propiamente de estudios, el informe muestra, de nuevo, un mayor interés de las chicas: mientras el 47,6% de los chicos no dedica ni un minuto al día a leer (27,4% en el caso de las chicas), el 26,3% de las féminas pasa más de dos horas frente a un libro (el 14,5% de los varones).
Por el contrario, "las chicas están sobrerrepresentadas entre quienes afirman no dedicar nada de tiempo al deporte (el 33,2%) o menos de una hora al día (32,25%), mientras que la gran mayoría de sus compañeros masculinos dedica más de una hora diaria a hacer ejercicio.
Estos son algunos de los resultados de un trabajo que tiene como principal fin diagnosticar la situación de los adolescentes para prevenir la violencia sexista. En dicho estudio han participado 335 centros educativos, 2.727 profesores y 11.020 estudiantes de 3.º y 4.º de ESO, bachillerato y formación profesional. La necesidad de saber a qué dedican su tiempo los adolescentes y cuáles son los papeles que cada sexo reproduce explica la inclusión en un estudio sobre violencia machista estas cuestiones relativas al estudio.
Y es que, según los expertos, la clave está en la meta que cada género se marca desde la adolescencia. Un trabajo realizado por la Universidad de Santiago de Compostela y publicado en el Spanish Journal of Psychology pone claramente de manifiesto que las chicas conceden una gran importancia a los logros académicos como paso imprescindible para la emancipación y la independencia, mientras que los varones difuminan sus objetivos y se marcan más logros deportivos y metas antisociales, entendiendo como tales participar en comportamientos a veces exentos de cierta ética que les permiten obtener un reconocimiento social. "Ser un malote en el instituto da puntos; aunque ni siquiera en el fondo quieran llevar la contraria o saltarse las normas, muchos lo hacen porque consideran que eso les hace ser populares", señala Belén Cid, tutora de un grupo 3.º de ESO de un instituto.
Todo ello tiene mucho que ver con que ellas destaquen por sus buenos expedientes académicos en cualquier etapa educativa. Además, en comparación con los chicos, repiten menos y alcanzan en mayor proporción los estudios superiores. Y no desde hace un año, sino desde hace muchos años. Atrás quedan aquellas campañas informativas de los años ochenta para promover la permanencia de la mujer en el sistema educativo dirigidas a las familias: "No limites su educación, es una mujer del siglo XXI".
El estudio dirigido por Díaz- Aguado profundiza en la imagen que los profesores tienen de los alumnos y las alumnas. Llama la atención que, en los puntos que tienen que ver con estudiar y rendir más y asistir con frecuencia a clase, el profesorado destaca el papel de las chicas, así como en todo aquello que tiene que ver con la comunicación, el debate, la empatía, el respeto y la ayuda a la resolución de conflictos. Por el contrario, conductas relacionadas con el uso de la violencia, el incumplimiento de las normas y comportamientos disruptivos en el aula se observan más en chicos, junto con las dificultades de comunicación interpersonal.
Los expertos constatan que las mujeres superan a los hombres en todos los indicadores educativos: repetición, permanencia, promoción... Sin embargo, las explicaciones profundas de esta "superioridad académica femenina" son todo menos unánimes y unidireccionales. Algunos de los expertos la vinculan a un ritmo de maduración más rápido por parte de las estudiantes; otros, a una mayor aptitud para la expresión verbal, a una capacidad más notoria de trabajo o a una actitud más acorde con la norma. También hay investigadores que la atribuyen a una mayor identificación con la escuela e incluso como una forma para obtener ventaja en el difícil mercado laboral.
El reciente informe de la Fundació La Caixa Fracaso y abandono escolar en España señala con preocupación el "retroceso" de los hombres, al aparecer "más desapegados de las exigencias de los estudios y más atraídos por el mercado de trabajo". Sin embargo, apunta esta investigación dirigida por el sociólogo Mariano Fernández Enguita, "nada permite saber si se trata de una causa, de un efecto o de ambas cosas". (La Vanguardia)