28-3-2010
La depresión infantil puede generar el fracaso en la escuela
Es más frecuente que se depriman los niños de familias desestructuradas, con padres estresados.
ARGENTINA - Los trastornos del sueño, la ansiedad, la apatía y, sobre todo, la falta de concentración, conducen al descenso del rendimiento escolar, en mayor o menor medida. Es importante que, tanto padres como profesores, identifiquen el motivo por el cual se está produciendo un bajo rendimiento o fracaso escolar.
A menudo se presentan casos de niños con una disminución del rendimiento escolar, un cambio notable en su forma de comportarse o síntomas físicos inespecíficos. En estas situaciones, nos podemos encontrar ante un niño deprimido.
Los estudios demuestran que entre un 2% y un 2,5% de los niños en edad escolar están deprimidos. Esta enfermedad es menos frecuente en la edad preescolar.
Sin embargo, el número de adolescentes afectados por depresión es mayor, estimándose cifras de entre un 5% y un 8%.
El niño encuentra más dificultades que el adulto a la hora de comunicarse y expresar sus sentimientos. Por esta razón, en la edad preescolar la depresión se manifiesta mediante irritabilidad, fatiga, dolores de cabeza y un bajo tono general. El niño llora con frecuencia, deja de interesarse por las cosas y muestra una falta de implicación en las relaciones con sus familiares y amigos. Suele ser habitual que los padres y profesores perciban que el niño ya no es el que era y que se encuentra raro. Esta percepción debe tenerse en cuenta cuanto antes para intervenir en consecuencia. Evitaremos sufrimiento al niño y mejorará su pronóstico.
Otros factores que pueden causar la depresión infantil o en los adolescentes son: estrés, consumo de tabaco, muerte de uno de los padres o de un ser muy querido, ruptura de una relación sentimental, trastornos de la atención, la conducta ó el aprendizaje, enfermedades crónicas (como diabetes), niños abusados o maltratados, y otros traumas (incluyendo los desastres naturales).
En la etapa escolar, aparecen síntomas como la tristeza, los sentimientos de culpa, la baja autoestima, la anorexia, la irritabilidad, la apatía, la dificultad para disfrutar con las cosas y las alteraciones del sueño. Estos síntomas suelen llevar al niño a no querer participar en juegos colectivos y rehusar la comunicación con las personas, lo que genera un cierto aislamiento que, a su vez, le dificultará cada vez más la salida de esa situación.
Diagnóstico
Por lo general, el especialista diagnosticará una depresión infantil cuando los citados síntomas se dan con una intensidad moderada y con una duración de, al menos, dos semanas. Los síntomas suelen reaparecer, lo que confirma el diagnóstico según los criterios internacionales.
Cuando los síntomas se observan con una leve intensidad, pero una larga trayectoria (más de un año), nos encontramos ante el denominado trastorno distímico, que es menos grave pero más crónico que la depresión. En ocasiones, el trastorno distímico puede acabar en una depresión.
Para realizar un diagnóstico adecuado, es esencial conocer tanto la historia del niño como su estado actual. Es importante completar la información que nos da el propio niño, con la preveniente de sus padres y profesores, para contar con más puntos de vista. Es preciso conocer si hubo síntomas de euforia, cambios bruscos del humor, hiperactividad y otros signos, que nos pudieran hacer pensar en un trastorno bipolar.
El Instituto Nacional para la Salud Mental norteamericano (NIMH) señala que los niños que sufren depresión suelen tener antecedentes familiares (en el que el padre o la madre pudieron experimentar una depresión en su infancia). También se da esta situación en los adolescentes, aunque con menor frecuencia.
Como es natural, el diagnóstico precoz es fundamental, para tratar la enfermedad y prevenir consecuencias futuras. (Diario Ciudadano)
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